
El volante brasileño se ha convertido en una pieza primordial en el sistema de juego del club Catalán. El complemento ideal dentro del campo para Messi y Suárez. Desde su llegada a callado a costa de sacrificio los cuestionamientos por provenir de una Liga de menor jerarquía como la China.
José Paulo Becerra Maciel “Paulinho”, es un hombre de desafíos. Le gusta retarse a sí mismo y de paso romper algunos prejuicios que imperan en el fútbol. A sus 28 años y jugando en el fútbol chino, ningún fanático del FC Barcelona lo tenía como objeto de deseo para suplir el gran vacío que dejó la inminente marcha de Neymar al PSG. Se priorizaba la compra de nombres como Verrati o de Coutinho, jugadores que contaban con el rodaje suficiente para recalar en el actual Barcelona y adaptarse rápidamente al club y a Messi. Por cierto, ambos jugadores gozaban contaban con el agrado del cinco veces galardonado “el mejor jugador del mundo”.
La vida de Paulinho ha sido un renacimiento continuo. De retos constantes. El desarrollo de su profesión ha sido muy fragmentada. A los 16 años emigró a Lituania para ser profesional. Se enroló al FC Vilnius, donde estuvo a lo largo de un año soportando constantes insultos de su propia afición de una personalidad racista. Se marchó a Polonia donde pasó por lo mismo y a los 18 años y terminó por plantearse la retirada. “En el 2008 regresé a casa y les dije a mis padres que no quería jugar más al fútbol” declaraba a un medio en Catalunya. Se propuso volver a Brasil y dejar del todo lo que concierne al fútbol, pero como se dice de este deporte nunca te retiras. En Brasil jugó en la cuarta división en el club de su infancia. Luego llamó la atención y se enroló al Atlético Bragantino, de la Serie B. Después de un gran año, el Corinthians lo reclutó y fue aquí donde ganó el Brasileirao el 2011 y la Copa Libertadores el 2012. El siguiente paso era la Premier League.
Mientras tanto, en Barcelona las negociaciones fueron estériles. Coutinho renovó con el Liverpol y Verrati hizo lo mismo con el PSG. Sin tiempo y con el cierre de pases a la vuelta de la esquina se optó por Paulinho. Un jugador de experiencia en el mediocampo, pero sin la competencia adecuada que se requiere para jugar en Europa. Anteriormente había estado en Tottenhan donde había llegado a mediados del 2013 y su fútbol había pasado inadvertido. Luego se incorporaría al Guangzou de la Liga china que actualmente se ha convertido en un simulacro de competición europea donde las estrellas son opacadas por la poca cultura que se tiene del fútbol.
Procedente del Guangzou chino por 40 millones de euros, Paulinho era el titular de todos los periódicos deportivos. En un principio todo era caos. Generó expectativa por su desarrollo en la actual selección brasileña, e incertidumbre por provenir de una Liga de menor jerarquía en cuestión de fútbol. El día de su presentación con el dorsal número 15, las dudas se incrementaron al notar el nerviosismo del carioca al momento de regalar lujos y malabares con la pelota. Es normal, tienen una hinchada que Ronaldinho y Messi han mal acostumbrado al espectáculo desde la formalidad de una presentación.
“Voy a intentar compensar con buenos partidos. Vengo con mucha confianza y voy a hacer un buen trabajo”, declaraba Paulinho al término de su presentación. Hombre de pocas palabras, esperó acallar las críticas e incertidumbres dentro del campo de juego. Transformar sus palabras en constantes despliegues de un campo a otro, en recuperaciones y traslados limpios. En llegar hasta el arco rival con la vocación de delantero. En estar al lado de Messi y conocerlo dentro y fuera de la cancha. Esa era la fórmula para su mejor funcionamiento y su óptima adaptación. ¿La recompensa? El eterno abrazo de Messi dándole los créditos ante un pase gol. El abrazo de Messi es la bendición del Papa para cualquier mortal. Y Paulinho ya goza de la bendición de todo el FC Barcelona con pocos partidos jugados y 4 goles convertidos. Un pulmón dentro del campo que sin duda se ha convertido en el complemento ideal para los dirigidos por Ernesto Valverde.